AlDiaVzla: EE.UU. rompe pactos y acuerdos históricos en su afán por intimidar a América Latina y el Caribe
Rompiendo con su promesa de suprimir la doctrina guerrerista e intervencionista, que ha signado la política exterior de Estados Unidos, la administración de Donald Trump puso en marcha un despliegue militar en el Caribe, sin precedentes históricos, que fragmenta pactos y acuerdos existentes con el objeto de garantizar la paz y estabilidad en la región.
Esta maniobra, rechazada por gobiernos del continente y el mundo, es denunciada como una acción intimidatoria que tiene como objetivo desestabilizar a Latinoamérica, pero principalmente amenazar la paz y seguridad de Venezuela, país al que Marco Rubio, actual secretario de Estado de la nación norteamericana y aliado de las ultraderechas del Continente, señaló, junto a Cuba y Nicaragua, como su principal enemigo ideológico.
Violación del Tratado de Tlatelolco
Cruceros lanzamisiles y un submarino nuclear de ataque rápido son parte del arsenal que el Departamento de Defensa de EE.UU. desplegó en el Caribe, violando el Tratado de Tlatelolco suscrito por todos los países de la región en 1967 dirigido a garantizar una zona libre de armas nucleares.
A este convenio se sumaron dos protocolos adicionales donde las potencias nucleares (EE.UU., Francia, China, Reino Unido y Rusia) se comprometieron a no usar ni amenazar con usar armamento nuclear contra los Estados miembros del tratado.
Este acuerdo regional, que fue un hito en la historia del desarme nuclear y sirvió como modelo para el establecimiento de otras zonas libres de armas nucleares en otras partes del mundo, hoy es violado por la administración Trump que parece sumergido en una espiral guerrerista que comenzó con la guerra arancelaría y amenaza con escalar a lo militar.
Vulneración al Derecho Internacional
Recompensa por el presidente constitucional de un país, apoyo público a grupos políticos de extrema derecha, así como la planificación y financiamiento de planes desestabilizadores y terroristas son otra de las aristas de la política exterior de EE.UU. en países de América Latina, con mayor énfasis en Venezuela.
Estas acciones abiertamente injerencistas vulneran el Derecho Internacional que estipula como “injerencia” la intromisión de un Estado en los asuntos internos de otro, violando el principio de soberanía y no intervención que además prohíbe la coerción o influencia sobre la voluntad de otro país.
Profanación de la Carta de las Naciones Unidas
Previo a este despliegue bélico, el presidente Trump manifestó públicamente las ansias expansionistas de EE.UU. señalando su intención de hacerse con Groenlandia, Canadá y llegando a cambiar en los libros de su país el nombre del Golfo de México a Golfo de América.
A esto se suma que durante su campaña el actual mandatario estadounidense, además de ser un ferviente defensor de la doctrina Monroe de “América para los americanos”, que ubica a América Latina y el Caribe como “el patio trasero” de EE.UU., reveló su deseo de hacerse con el petróleo venezolano, llegando a confesar que ese fue su principal objetivo al implementar su política de máxima presión, que tuvo como justificación el desconocimiento a la presidencia de Nicolas Maduro y su venia a un gobierno paralelo conformado por el extremismo opositor.
Todas estas acciones trasgreden la Carta de las Naciones Unidas, suscrita el 26 de junio de 1945, como mecanismo para evitar una guerra atroz como la desatada por las ambiciones imperiales de la Alemania dirigida por Adolfo Hitler.
“Preservar las generaciones venideras del flagelo de la guerra”; “reafirmar la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas” y “practicar la tolerancia y convivir en paz”, son algunos de los mandatos de este documento que hoy se convierte en letra muerta para la administración norteamericana que, entre sus cambios semánticos para evidenciar cuál será su estrategia exterior, decidió renombrar al Departamento de Defensa como Departamento de Guerra.
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