AlDiaVzla: ¿Fraude? ¿Crisis? ¿Dictadura? Claves de la realidad venezolana comparada con sus vecinos

“Consejos”, amenazas y acusaciones son las características que privan en los discursos que a diario ocupan grandes titulares en medios de comunicación del mundo sobre la situación de Venezuela tras las elecciones del pasado 28 de julio.

La denuncia del extremismo opositor de un supuesto fraude sin presentar pruebas y la suposición de una “crisis política en escalada” son la base para que presidentes, opinadores, analistas y hasta artistas se pronuncien sobre Venezuela señalando posibles “salidas” para la “difícil situación” que aseguran subsiste en el país.

¿Fraude?

El extremismo opositor liderado por María Corina Machado ha señalado, desde antes de los comicios del pasado 28 de julio, la existencia de un supuesto fraude que habría arrebatado la victoria a su candidato Edmundo González Urrutia, sin que a la fecha hayan presentado alguna prueba tangible y verificable que sustente esta acusación.

Ante este desconocimiento, que no es el primero que alega el extremismo opositor, desde Gobiernos de la región ha surgido por primera vez la propuesta de “repetir las elecciones” que además sugieren “sean verificadas por el mundo” para que sean “creíbles y aceptadas por todos”.

Esta propuesta contrasta con hechos semejantes suscitados en América donde la ultraderecha ha denunciado la existencia de supuestos fraudes en las presidenciales de Brasil, Colombia, Estados Unidos y México.

Pese a esto, en ninguno de estos países se han llevado a cabo repetición de procesos electorales, aunque a diferencia de Venezuela, estos poseen sistemas de votación fácilmente manipulables, siendo Colombia el caso de más extremo al realizarse con papeletas, en plazas públicas y sin la garantía de un elector un voto.

Jair Bolsonaro en Brasil, Donald Trump en EE.UU. y Xóchitl Gálvez en México han sido los tres candidatos que han negado su derrota y han exigido la revisión del proceso electoral. En ninguno de los tres casos mencionados hubo “consejos”, “recomendaciones”, “exigencias” o “amenazas” por parte de la llamada “comunidad internacional” para reconocer los resultados y expresar sus felicitaciones a los vencedores.

A estos, aprovechando la discursiva sobre Venezuela, se sumó el expresidente colombiano, Andrés Pastrana, quien aseguró recientemente que el presidente Petro cometió “fraude” pues “llegó a la presidencia de Colombia gracias a un software defectuoso de la Registraduría”, valiéndose de una investigación que concluyó que el sistema electoral de la nación neogranadina es maleable.

¿Crisis política?

Imágenes con alta carga de violencia de las protestas que en Venezuela se registraron el 28 de julio en la noche y el 29 durante todo el día, se repiten una y otra vez como un bucle en las redes sociales alimentando el discurso de “crisis política en escalada” que citan los “consejeros” y opinadores para argumentar sus propuestas de “salida pacífica”.

Estas acciones que se mantuvieron por poco menos de 48 horas, se asemejan, en violencia y objetivos, a las acontecidas en Brasil y Estados Unidos, donde miles de simpatizantes de Bolsonaro y Trump respectivamente protagonizaron tomas violentas de instituciones del Estado y hasta cuarteles en el caso de la nación brasileña.

La toma del Capitolio de Estados Unidos y del Palacio de Planalto en Brasil quedaron plasmadas en históricas imágenes que dan cuenta de la violencia que desata la ultraderecha para sustentar sus planes de desconocimiento.

En ambos casos, los candidatos victoriosos (Lula da Silva y Joe Biden) no dudaron en denunciar el carácter golpista de estas acciones y su posición fue apoyada por los gobiernos del mundo que expresaron su condena y exigieron el respeto a las instituciones de estos países.

¿Dictadura?

Denuncias de persecución, represión y hasta desapariciones ha llovido sobre Venezuela como consecuencia de las detenciones y despliegues policiales que ejecuta el Estado para salvaguardar la paz y garantizar el respeto a las instituciones.

La palabra “dictadura” se convirtió en el calificativo preferido para referirse a estas acciones que se asemejan a las ejecutadas en Brasil y Estados Unidos contra los participantes en las protestas promovidas por Bolsonaro y Trump en sus respetivos países, las cuales fueron tildadas de “intentos de asaltos” y no “protestas pacíficas” como se hace en el caso venezolano.

Centenares de detenidos en Brasil (más de 300) y miles en Estados Unidos (más de 2.500) han sido judicializados estableciendo condenas severas que en algunos casos llegan a 30 años bajo cargos de sublevación, conspiración, sedición y hasta traición a la patria. Igual causa se siguen contra Bolsonaro y Trump, quienes han denunciado que estos procesos forman parte de una “persecución política” en su contra.

Durante todas estas acciones no han existido pronunciamientos en defensa de los detenidos ni de los investigados por parte de ninguna ONG, organismo multilateral, gobierno extranjero ni mucho menos condenas y acusaciones de “represión” y constitución de una “dictadura” contra los gobiernos ejecutores, expresiones que sí abundan en el caso del Estado venezolano.

Esta comparación de hechos y situaciones similares en países de la región y la resonancia discursiva con que han sido abordados son un reflejo de la realidad de un mundo donde priva una mirada desigual donde la guía son los intereses políticos y económicos.

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