AlDiaVzla: El capitalismo siempre estalla
T. Bunke para Fuser News
El capitalismo puede estallar cual burbuja inmobiliaria, como aquel septiembre de 2008, cuando gran parte de la población de los Estados Unidos quedó técnica, fáctica y financieramente en la calle.
Nadie esperaba que el imperio ejemplar del capital generara su antítesis: recesión.
Una investigación del British American Journal, con datos de la Organización Mundial de la Salud, reveló que esta crisis financiera produjo 10.000 suicidios, tanto en los Estados Unidos como en Europa; continente que recibió los impactos de una crisis agravada por acontecimientos que pudieron evitarse.
George W. Bush, presidente de los Estados Unidos para el momento, salvó el mercado con préstamos de 900 mil millones de dólares de la Reserva Federal de los Estados Unidos a los bancos.
El dinero que se supone pertenecía a las personas que quedaron sin hogar, es decir, también a los suicidas, regresó a las manos de los banqueros.
El capitalismo estalla a diario en forma de bombas de racimo y misiles de crucero sobre países no alineados con la democracia liberal, blanca, de la costa atlántica y al norte.
Así, Raytheon Technologies y Lockheed Martin Corp. se mantienen productivas generando dividendos de sangre. Tantos como los que produce una empresa símbolo del sueño americano: The Boeing Company, cuyos aviones estallan también.
El capitalismo cayendo del cielo
El pasado 21 de marzo un avión de China Eastern, con 132 personas a bordó, cayó en Guangxi. Según los datos FlightRadar24 esas 132 personas cayeron 8.000 metros en tres minutos.
El avión era un Boeing 737-800, uno de los 109 aviones Boeing que la aerolínea, cuyos criterios de seguridad están entre los mejores del mundo, tiene en su flota de más de 600 aviones.
Sin embargo, el criterio chino de seguridad se impuso frente a las ganancias. A horas del accidente la aerolínea dejó en tierra todos sus aviones Boeing.
El Boeing 737-800 es un modelo anterior al 737 Max que tiene en su historial 346 personas muertas. Quienes abordaron los aviones accidentados, lo hicieron con la confianza de quien asume que una empresa que fabrica aviones es una empresa seria, pero las investigaciones revelaron lo contrario.
La falla principal de Boeing no está en la ingeniería aeronáutica. Está en el mismo lugar que provocó la crisis financiera de 2008: Wall Street.
En la película Descenso: El caso contra Boeing, la directora Rory Kennedy repasa minuciosamente los casos de Lion Air y Ethiopian Airlines que dejaron 346 víctimas fatales.
Boeing trató de culpar a los pilotos, luego trató de manipular al sindicato de pilotos de los Estados Unidos, hizo maniobras para convencer a la agencia de aeronáutica estadounidense de errores humanos en la operación del 737 MAX, pero la investigación del congreso a solicitud de los familiares de las víctimas fue concluyente.
Boeing omitió cambios en el diseño para acelerar la aprobación del ente regulador, disminuir costos de producción al saltarse el entrenamiento de los pilotos y vender más aviones en menos tiempo.
Pero la cultura corporativa original de Boeing era intachable en términos de seguridad, ¿cómo pudo ocurrir un fallo tan grave?
Wall Street y Airbus
La fusión entre Boeing y McDonell Douglas cambió la visión de la empresa. Pasó de la innovación aeronáutica a la maximización de ganancias en la bolsa de valores usando para ello métodos clásicos del capitalismo: reducción de la fuerza de trabajo, omisiones en el control de calidad para masificar la producción y una competencia feroz con Airbus, su contraparte europea, para el diseño de aviones más eficientes en el consumo de combustible.
Esto costó desempleo, por supuesto, restó reputación a la empresa, pero por encima de todo, costó la vida de 346 personas.
Por primera vez en la historia de los Estados Unidos un presidente, Donald Trump, cesó las operaciones de un modelo específico de avión. Pero fue una de las tantas medidas improcedentes de Trump. La cultura del capital de los Estados Unidos pudo mas, y tras meses de revisiones el Boeing 737 MAX volvió al cielo, Boeing pagó una multa de 2.500 millones de dólares para evadir la causa penal en su contra.
El fabricante de viudas
Los accidentes de aeronaves fabricadas por Boeing trascienden el plano civil. Entre los miembros de las fueras armadas de los Estados Unidos existe el apodo de Widowmaker, algo así como fabricante de viudas, para referirse al modelo militar Bell-Boeing V-22 Osprey.
Se trata de una aeronave polivalente cuyo diseño está entre un avión de transporte y un helicóptero. Despega vertical y horizontalmente según sean las necesidades, pero los usuarios de Estados Unidos y fuerzas militares de otros países que lo compraron le temen por dos razones, cada una peor que la otra.
El Bell-Boeing V-22 Osprey ha estado involucrado en, al menos, 20 accidente ocasionando la muerte de decenas de militares. Las voces más críticas contra esta aeronave explican que los costos de desarrollo se han multiplicado progresivamente en el tiempo alcanzando los 27.000 millones de dólares y su costo unitario (60 millones de dólares) es superior a los 35 que costaría un helicóptero militar equivalente.
Más allá de eso, que es dinero de contribuyentes estadounidenses para producir armas que atacan otras naciones, pero además matan a sus propios combatientes en accidentes, el Osprey también tiene mentiras en su desarrollo y operaciones.
En 2001, Odin Lieberman, teniente coronel del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos y comandante de un escuadrón de Osprey V-22, fue relevado de su cargo por falsificar registros de mantenimiento para que la aeronave pareciese más fiable entre sus superiores y subalternos.
La mentira prevalece
Vemos entonces que, si se trata de aumentar las ganancias, el capitalismo es capaz de arriesgar miles de vidas civiles y militares sin miramientos. La fría curva ascendente de un gráfico en Wall Street vale más que la vida. Los dividendos de altos ejecutivos, que viajan en aviones privados, por cierto, son más importantes que la verdad.
La mentira del capitalismo va más lejos y se reinventa. Novavax, una de las farmacéuticas estadounidenses que trabajó en el desarrollo de un tipo de vacuna contra el Covid-19, incumplió de manera unilateral el contrato con el mecanismo COVAX, que le desembolsó 250 millones de dólares, sumados a otros 380 millones desembolsados al comienzo de la pandemia, para garantiza el acceso a vacunas en países pobres.
La lucha de la industria farmacéutica a escala mundial para conservar las patentes de sus vacunas es grotesca. Generar dividendos mediante la privatización de una pandemia puede considerarse el pináculo del capitalismo.
No obstante, los dueños de estas empresas también son seres humanos susceptibles de contagio, con pulmones tan vulnerables al virus como los de un palestino o yemení que probablemente se preocupan menos por la vacuna privada.
Al final, un misil fabricado por Raytheon podría caer desde el cielo, lanzado por un Boeing F/A-18 Super Hornet y estallar en su hogar, mientras Stanley C. Erck, presidente y CEO de Novavax, revisa las ganancias de su empresa en su cómoda oficina de Maryland, Estados Unidos.
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